martes, 14 de junio de 2016

Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo


"Si la vida te pone de rodillas, aprovecha para fregar el suelo".


Unos meses atrás llegué a este libro de una manera atípica. Un profesor de la facultad donde estudio, y al cual le estoy muy agradecido por sus recomendaciones tan pertinentes, mencionó un libro que, según decía, es el libro que le hubiera gustado escribir, porque la autora lo hace de una forma muy puntual, muy crítica y con un tema de actualidad (y un tanto polémico). La clase, que era de Filosofía de la historia, se desvió por caminos interesantes hasta llegar a la recomendación.

Levante la mano -o en épocas de redes sociales, de un 'me gusta'-, ¿quién no se ha enfrentado al pensamiento positivo? Nadie. Todo el mundo de alguna u otra manera hemos sido tocados por su halo de felicidad, optimismo y buenos pensamientos. Quizá en alguna comida familiar o escuchando pláticas ajenas en el transporte público. Se habla de tener actitud positiva ante cualquier adversidad: si se piensa positivamente, lo que se desee se hará realidad; lo que nos sacará del hoyo, de la depresión, de una mala racha, será poner buena cara; y todo está en la mente, y ésta es tan poderosa que es posible atraer prosperidad y éxito.
Respecto a todo lo anterior, se lee en la cubierta posterior del libro: "Alguien tenía que decir ¡basta!".

Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo es un libro a manera de ensayo escrito por la activista y periodista estadounidense Barbara Ehrenreich la cual habla de lo mal que ha hecho para la sociedad el pensamiento positivo en todas sus variantes. Es un texto bastante ameno, a pesar de contener muchas referencias a otros libros y artículos; es corto -está dividido en ocho capítulos, y la edición que leí, de Turner Publicaciones, tiene 271 páginas-; y se acompaña de muchos ejemplos, anécdotas y experiencias en torno al tema. Ehrenreich sabe de lo que habla.
¿Por qué hay que tener actitud y pensamiento positivo cuando todo, el mundo mismo, está mal? ¿Por qué cuando se pierde el trabajo o se está enfermo se tiene que ver ésto como una oportunidad para cambiar lo que no se hacía bien? Y lo peor, ¿por qué si alguien no sonríe o no se identifica con esta manera de pensar, se le tiene que etiquetar como negativo y amargado? Este texto da respuesta a éstas y otras preguntas, y ofrece una postura alternativa ante el pensamiento positivo que, en vez de ser positivo por convicción propia, es una estrategia de control político-económico-social (un lavado de cerebro que elige a personas vulnerables en situaciones críticas): ser positivo es una norma, las personas tienen que ser así.


El planteamiento inicia con una pregunta: ¿por qué se gestó en Estados Unidos este pensamiento, cuando se ha demostrado que su población no es nada feliz (y el texto lo prueba en varios estudios), y además las condiciones de bienestar tampoco son las ideales? Es porque "'ser positivo' no es tanto un estado anímico o mental como elemento ideológico: así es como los estadounidenses interpretan el mundo, y así es como creen que se ha de funcionar en él". En pocas palabras: cómo enfrentar las vicisitudes cotidianas dependerá del pensamiento -y si es positivo todo estará de maravilla.
Lo interesante de esto es que el pensamiento positivo se ha enraizado de tal manera que ha penetrado en la psicología y se ha legitimado con una explicación racional, la cual afirma que "la salud, la eficacia individual, la confianza y la capacidad de adaptación" se mejora siendo optimista. Y a partir de esta explicación se aceptan todo tipo de ideas, menos racionales, como la llamada 'ley de la atracción' -que surge del libro El secreto de Rhonda Byrne, best seller publicado en 2006-, la cual puede resumirse como 'se pone algo en la mente, una casa nueva o una pareja, y mágicamente se tendrá', es decir, "los pensamientos pueden tener incidencia directa en el mundo real", producen cosas. El éxito del pensamiento positivo es que la salud, la prosperidad y el éxito tienen que ver con él directamente, por ello vale la pena gastar fuertes cantidades en talleres o cursos motivacionales, leer libros y ver películas del tema, y concentrarse arduamente para que lo que se piense se obtenga.
Pero el mundo no funciona así. Me permito aquí extraer todo un argumento de la introducción del texto, que confronta al pensamiento positivo:
"Si fuera cierto que las cosas van realmente a mejor y que la tendencia del universo es siempre hacia la felicidad y la abundancia, ¿por qué habríamos de molestarnos en pensar de forma positiva? Hacerlo es reconocer que no nos creemos del todo que las cosas vayan a mejorar por sí solas. La práctica del pensamiento positivo se dirige a reforzar tal creencia frente a las muchas pruebas que la contradicen. Por su parte, quienes se autodesignan instructores de esta disciplina -los coaches [entrenadores], predicadores y gurús diversos- definen su ejercicio con términos como 'autohipnosis', 'control mental' o 'control de pensamiento'. En otras palabras: se trata de algo para lo que es necesario autoengañarse, así como esforzarse sin pausa en reprimir o bloquear lo indeseado y los pensamientos 'negativos'. Quienes de verdad tienen confianza en sí mismos, o quienes de alguna forma han llegado a sentirse conformes con el mundo en el que viven y con su destino, no necesitan emplearse al máximo en censurar y controlar lo que piensan".




Hay dos temas que la autora menciona y que funcionan como ejemplos porque son muy palpables.
El primero es el cáncer de mama, el cual Ehrenreich padeció y que a partir de él surge la idea del texto. ¿Cómo nos tenemos que sentir ante una enfermedad mortal? La realidad es que no hay una regla, cada persona reacciona de diferente modo, sin embargo, el pensamiento positivo quiere que te sientas especial, capacitado para sobrellevar la dolencia y pelear una batalla contra tu propio organismo humano. Mientras menos te hagas la víctima mejor, además que no te va a llevar por buen camino. El cáncer es una oportunidad, nunca una molestia.
En el pensamiento positivo no cabe el sentirse mal, el enojarse, el sentir rabia, el preguntarse por qué a mi. Parece que es una obligación el ir a lo contrario y no permitirse pensamientos negativos. Incluso los términos que se usan están muy cuidados: aquí no hay pacientes o víctimas (asociados a la pasividad), sino luchadoras y, cuando el tratamiento tuvo éxito, supervivientes (asociados con la acción).
Pero la cosa llega al absurdo cuando se ve al cáncer como un don, un punto crucial que todos deberíamos enfrentar: "el cáncer es tu pasaje para la verdadera vida. Es tu pasaporte a la vida que estabas destinada a vivir". Lo que el texto demuestra es que el cáncer, en específico el de mama, se ha convertido en la oportunidad para que el pensamiento positivo arroje las primeras señales de su verdadera intención: la enfermedad es lo de menos, es la oportunidad para vivir nuevas experiencias, donde conocerás gente que piensa positivo y que usa listones rosas como estandarte.
Y todo puede ser color de rosa, pero la realidad es totalmente diferente. No se ha comprobado científicamente que la actitud o el pensamiento positivo tenga incidencia en el organismo para destruir las células cancerígenas. No tiene efectos curativos, cosa que el pensamiento positivo ha querido vender. "Puede que la psicoterapia y los grupos de apoyo le mejoren a una el humor, pero no hacen nada contra el cáncer"; esto no te hará vivir más tiempo, es decir, no hay relación. Aquellas personas que expresan su sentir, que todo el tiempo se quejan por el dolor o el padecimiento, siéntanse libres de hacerlo, tienen derecho y además, la actitud que elijan no eliminará el cáncer. Quítense esa presión social de encima, porque eso es lo que se provoca, llevar el peso de la enfermedad, más la carga extra del 'tener que sentirte bien'.

El segundo tema es el del negocio tan creciente y popular que ha emanado del pensamiento positivo, éste "ha iniciado una especie de simbiosis con el capitalismo", y ha ofrecido un sin fin de opciones para que cada vez más personas se adhieran a él.
Para el pensamiento positivo el fracaso existe sólo por culpa del individuo, de nadie más. Nada de culpar al sistema, al gobierno o a las empresas. Si hay gente pobre es porque no ha cambiado su manera de pensar, no ha podido desechar la negatividad que bloquea el progreso.
"Cuando uno pierde un trabajo, ha de callarse y mover el trasero hasta que encuentre otro". El fracaso en el trabajo, el ser despedido, es sólo una oportunidad para repensar lo que se ha hecho mal y cambiarlo. Las empresas se han interesado en que sus trabajadores cuenten con la capacidad para ver en los problemas, cualquiera que sean, oportunidades. Por ello, si un trabajador es despojado de su empleo, a veces de forma injustificada, no hay drama o pelea, al menos no con la empresa.
Esta capacidad es aprendida, y se puede enseñar a partir de 'cursos transformacionales', que le harán ser una mejor persona y un líder, que tendrá la obligación de impulsar a otras personas a través de "herramientas para el 'cambio'". Y cualquiera, con sólo pagar el curso y cumplir con los requerimientos disciplinares -no hay dolor, cansancio, sueño, pues sólo son barreras para el pensamiento positivo, así como tampoco habrá tiempo para la convivencia o la familia, pues se tienen que hacer sacrificios para lograr objetivos-, puede estar del otro lado, es decir, certificarse como entrenador motivacional profesional.
"La realidad es una mierda"; sí, lo es, pero no se puede cambiar; lo único que puedes cambiar es tu percepción de ella: de lo negativo a lo positivo. Y listo. Todo puede estar muy mal, pero si tú estás bien y te mantienes concentrado y enfocado en tus objetivos, se verá reflejado en tu entorno.
Lo delicado de este tema en el pensamiento positivo es que es un disfraz para cubrir el negocio tan jugoso que hay detrás. Y es peligroso porque está en juego el estado anímico de las personas, que a través de la manipulación y el control, son sometidas, influenciadas y engañadas, para ver la realidad como una ilusión.


Finalmente, Ehrenreich propone una alternativa de pensamiento que no es, como podría suponerse, la desesperanza o la negatividad, sino "es tratar de salir de uno mismo para ver las cosas 'como son', pintándolas lo menos posible con los colores de nuestros sentimientos y fantasías, y entendiendo que el mundo está lleno de peligros y oportunidades casi por igual, y que es posible vivir la mayor de las felicidades aunque siempre esté ahí la certeza de que vamos a morir". Con este libro, dice la autora, no pretende caer en la amargura. Lo que busca es despertarnos de esta fantasía que es el pensamiento positivo.

A mi, al igual que a mi profesor, me hubiese gustado escribir este libro, pues me identifiqué con su posición de protesta. En general me gustó bastante. Es el primer texto que leo de Ehrenreich, pero sin duda buscaré algunos otros. A pesar de ser un ensayo, el lenguaje que emplea es muy accesible. Los argumentos que plantea están muy bien fundados en otros autores y a partir de vivencias propias. Me ha parecido un excelente libro, el cual todos deberíamos leer, no con el afán de convertirnos en los aguafiestas que nadie quiere a su lado, sino con la idea de poner en la mesa un tema que se da por hecho y analizar los trasfondos que tiene. Podemos estar en desacuerdo, pero en este sentido, en la diversidad de pensamiento, tenemos derecho a elegir sonreír o no.

Comparto un vídeo en el que la autora comenta su propio libro (me parece que es tomado de alguna conferencia que dio o algo por el estilo), y creo que sirve muy bien como introducción para conocer el tema y para querer leer el libro completo.

Feliz lectura.