Me adapto. Todo se trata de perder el miedo. Me decía, ya estoy aquí, ese fue el paso más difícil, ahora se trata de conocer, de socializar, de evitar pensar en qué va a pensar el otro de mí, de hablar en un inglés-portugués-español muy malo pero hablar. Justo me encuentro en la sala común del hostal junto con otras siete personas y no me atrevo a iniciar una conversación. Todos es sus celulares o viendo la televisión, tampoco es que ellos intenten iniciar una plática. Siento que no encajo. Claro que si alguien se acerca y me pregunta algo no correré a mi habitación. Trataré de que el miedo no me controle.
Mi día fue increíble. Rio es una ciudad que me sorprende cada vez. Pero llegué a la conclusión de que he vivido engañado. Sé que hay mar porque lo he visto en fotografías y películas, también lo sé porque lo vi cuando aterricé un día antes, pero aún no lo he visto en vivo. De no ser por estas certezas no pensaría que fuera una ciudad con playa y mar; sin estas imágenes en mi cabeza, lo único que podría indicar la condición de playa sería la humedad que se percibe. Según me dijeron, el calor es agradable en esta temporada, porque en diciembre y enero, en pleno verano, es desquiciante.
Hoy fui al centro histórico de Rio y lo vuelvo a escribir, no veo ambiente playero por ningún lado. Recordar que es miércoles y los cariocas están en plena semana laboral. Todo es muy cosmopolita, muy citadino. La gente no anda en shorts, con sandalias y playeras. Visten ropa fresca pero nada de playa. También mucha gente viste de traje, de forma muy ejecutiva. La arquitectura de esta zona tiene algo de Cuba, ciudad que aún no visito pero que así la imagino: colonial. Aunque también es ecléctica. La avenida Rio Branco, que tuve la oportunidad de ver desde el autobús el día que llegué, presenta edificios modernos pero con estos detalles clásicocoloniales -si es que esto es posible.
El centro es un lugar bien bonito, me gustó bastante. En cada calle algo por visitar y conocer. Iglesias, iglesias, algunos murales urbanos en los muros, más iglesias, edificios históricos, edificios modernos. Visité la Biblioteca Nacional, linda por dentro y por fuera; el Museu Nacional de las Belas Artes, que no me encantó arquitectonicamente, pero encontré una exposición interesante de arte contemporáneo -Apreensões e Objetos do desejo: obras doadas pela Receita Federal ao MNBA-, con piezas de artistas como Anish Kapoor y Antony Gormley, y su colección permanente de pintura brasileira, decir que en este espacio descubrí a un pintor brasileño que se ha convertido en mis favoritos por su técnica y obras, Almeida Júnior (una foto abajo muestra su pintura Fuga para o Egito); y el Paço Imperial que es hermoso, actualmente un centro cultural pero construido como residencia para el rey de Portugal cuando llegó a Brasil en el siglo XVIII. A decir verdad mi visita fue un poco superficial, me di el tiempo de ver, caminar, recorrer, pero, aunque todo está muy cerca y se puede hacer una ruta a pie muy accesible, hay mucho por ver y el tiempo vuela, además pretendía regresar antes de las seis de la tarde, que era cuando oscurecía.
Revisando mis notas de viaje anoté una cosa que ahora me da risa, pero en su momento me causó nostalgia. Cada que encontraba la palabra saída -salida en español-, recordaba a mi sobrina en México, porque meses antes de llegar a Brasil ella jugaba conmigo y me hacía preguntas sobre cómo se decía tal o cual palabra en portugués, y la palabra que siempre me preguntaba, ella segura de la traducción, era salida. Ahora pienso que fue la palabra que más veces leí en todo el viaje. Siempre me sacaba una sonrisa.
Olvidé comentar que inicié el día tomando un baño, el calor en la noche fue insoportable. Desayuné papaya -mamão en portugués-, leche y pan de caja con mantequilla y mermelada de zarzamora, prácticamente este fue mi desayuno por cerca de 21 días y me acostumbré, al menos no quedé harto. El café da manhã -desayuno en español- se servía desde las ocho hasta las diez treinta, si no me equivoco. Terminé y me alisté para emprender mi día. Determiné la ruta a seguir y la hice con ayuda de la que fue mi amiga y salvadora por todo este viaje, la guía Brazil de Lonely Planet. Uno de sus contenidos es el City Walk, que realicé pasando por el Theatro Municipal, la Confeitaria Colombo y la Travessa do Comércio. Si bien estás guías tienen datos y elementos muy generales, son de gran utilidad y referencia. Sin ella me hubiera perdido la mayoría del tiempo.
Después de tanto caminar, porque todo ese día fue a pie, decidí comer. Busqué en la guía, que además de tener mapas y hablar de los espacios turísticos, presenta un apartado de dónde comer, incluso lo divide en lugares baratos y caros. Según yo el restaurante que elegí era de los accesibles y además quedaba cerca de donde me encontraba. El lugar: Cais do Oriente. Ambiente agradable, con un área abierta con luz natural, que fue donde comí, y el área cerrada con el bar a un lado. Muy recomendable. Fue mi primer y, esperaba en esos momentos, único lujo por los próximos veinte días. La comida muy rica. Probé ratatouille, que no sabe mal sólo que mis expectativas eran altas, generadas por la película animada del mismo nombre. En total fueron unos R $60.00, algo así como $300.00 pesos mexicanos. De verdad un lujo. Al pagar contemplé los billetes que traía; no me había dado la oportunidad de observarlos. Los hay de dos, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien reales (estos últimos raros de encontrar por cierto), y son muy bonitos, tienen diferentes animales representativos del país.
Finalmente, al comenzar a oscurecer, me dirigí al que hasta ese momento se convirtió en mi lugar favorito en el mundo. Quizá exagere, pero quedé anonadado y no quería salir de allí. El Real Gabinete Português de Leitura. Es HERMOSO con mayúsculas. Es una biblioteca que cuenta con un acervo histórico importante y es la biblioteca que todo lector quisiera visitar o tener en su casa. Su arquitectura es apabullante. Es un lugar memorable, fabuloso, todos los adjetivos que transmitan un sentimiento de belleza y magnanimidad lo calificarían perfecto. En verdad quedé mudo.
Después regresé al hostal, según mis notas más o menos a las 18:30 hrs. Busqué a Felipe, el gerente y dueño del hostal, pero nuevamente no pude presentarme con él. Al final comencé a planear el día siguiente.
*Tips de viaje: La Biblioteca Nacional tiene entrada libre todos los días, sólo se necesita mostrar una identificación, en específico el pasaporte para extranjeros. El Museu Nacional de las Belas Artes tiene un costo de R $8.00 ($40.00 aproximadamente), pero recomiendo visitarlo en domingo, ese día no cobran la entrada. El Paço Imperial también es gratis.
El Real Gabinete Português de Leitura es visita obligada para los amantes del mundo literario y las bibliotecas, y de todo aquel que vaya a Rio de Janeiro. No hay excusa, es entrada libre.
Para una mejor experiencia lectora acompañe el texto escuchando Samba de Orly, interpretada por Bebel Gilberto. (¡Amo esa canción!) :D