jueves, 10 de septiembre de 2015

Dois Irmãos!

Día cuatro. Mayo 8.


Hoy ha sido el mejor día en Rio hasta ahora.
Me levanté desde las ocho de la mañana. Me bañé y vestí. Bajé a desayunar. Fruta, leche, pan, jamón, queso, cereal, los alimentos están dispuestos, el cómo comerlos depende de cada persona y su capacidad creativa. Noto que cada vez me alimento más para sobrellevar el día. Trato de no mal pasarme al mismo tiempo que intento economizar lo más que pueda y ocupar el dinero en conocer otras ciudades dentro de Brasil. Con el pan, el jamón y el queso hago sandwiches, los cuales guardo en una bolsa de plástico y los oculto sigilosamente en mi bolsa para comerlos más tarde, cuando me vuelva a dar hambre.
Por fin pude entablar una conversación importante con alguien del hostal y lo mejor, yo comencé la plática. Creo que ya detecté mi miedo y es el miedo al ridículo. Mi inglés no es fluido. Lo entiendo bastante, pero me cuesta pensar y expresarme en inglés. La mayoría de los huéspedes hablan en este idioma, y la siguiente mayoría habla portugués, así que estoy fregado. He descubierto que tengo cierta apertura para aprender nuevas lenguas, pero no sé por qué en este viaje me constó expresarme en inglés. Por tanto eso hacía que me contuviera de hablar. Entonces ya imaginarán en que idioma fue mi primera conversación exitosa. Sí, en español.
Ángelo era su nombre, un chico de Perú que andaba en Brasil conociendo y en la aventura. Pero además su viaje tuvo un propósito específico. Él es comerciante, vende diferentes productos en el aeropuerto de su país e hizo una comparación de precios de lo que se vende en los aeropuertos de ambos países. Por ejemplo, la cajetilla de cigarros es más barata en Perú, según me dijo, pero el chocolate tiene mejor precio en Brasil. Sería bueno definir el por qué de estas variaciones, pero es un interesante proyecto. Comentamos de los lugares que hemos visitado y de cómo continuará el viaje después. Hoy fue su último día en Rio y se dirige a Paraty, una ciudad colonial dentro del estado de Rio de Janeiro que, según me cuentan, es hermosa. Espero volver pronto y conocerla también. Al final nos despedimos y nos deseamos suerte.
Antes de continuar el relato tengo que comentar una situación que da sentido a lo que sucedió después. Al planear mi viaje desde meses antes, buscaba algún lugar en el que pudiera trabajar. Y una de las opciones que veía más viable era trabajar como voluntario. En esa búsqueda encontré un proyecto que se llama Iko Poran. Sin embargo, el precio era alto y no podía costearlo. Fue a través de sus redes sociales que encontré un centro de lenguas en Rio, con cursos de portugués para extranjeros. El nombre de esta escuela es Casa do Caminho, y desde ese momento sigo las actualizaciones de su página en facebook.
Ese día, cuando estaba desayunando, encontré que organizarían una trilha -excursión en español- a Dois Irmãos, una formación montañosa que en portugués se le conoce como morro, que según el google translate se traduciría como colina en español. Si uno está en Ipanema, observando el mar de frente, Dois Irmãos se puede ver a la derecha. Es esa montaña que tiene dos picos. Es uno de los puntos más altos de Rio y también uno de los puntos obligados para visitar. Decidí ir para allá.
Me alisté. Mi cámara, unos tenis y el agua suficiente para beber me acompañaron. Determiné mi ruta para llegar a la escuela, ubicada en Ipanema. Decidí entonces utilizar el metrô por primera vez. Es muy bonito, limpio y organizado, la gente es muy respetuosa de las indicaciones. Lo único malo es que no hay las conexiones suficientes para visitar todo Rio, sólo hay dos líneas no muy diversificadas (actualmente se está trabajando en extender sus rutas y se prevé estén listas para el próximo año, antes de que comiencen las olimpiadas). El viaje sencillo cuesta R $3.70 -$18.00 pesos mexicanos, aproximadamente-. La estación más cercana al hostal es Cinelândia, y se ubica a unos diez minutos caminando. La estación en la que descendí fue General Osório, terminal de la linha 1. De ahí caminé unos diez minutos más. Llegué a la escuela antes de las 13:00 hrs., la hora acordada. Poco a poco fue llegando gente con diferentes nacionalidades para sumarse a la caminata.


Esta excursión fue toda una experiencia. Lo mejor es que es una actividad muy económica, no se cobra la entrada al lugar, sólo se paga el traslado ida y vuelta. Después de que la gente llegó nos dirigimos a un punto de ônibus ubicado en la avenida Vieira Souto, que justo está frente al mar. El costo de ese autobús fue de R $13.40, casi como unos setenta pesos mexicanos. Sí, sé lo que están pensando.
Durante todo este viaje pude compartir y conversar con gente de muchos lados, pero conocí a dos personas que enriquecieron mi experiencia. Primero Luna, una chica ecuatoriana buenísima onda, enamorada del mundo y del patinaje. Y Christopher, un chico de USA que hablaba español muy bien y estaba en Rio aprendiendo portugués. Al platicar fue interesante descubrir las mezclas lingüisticas que se hacían. La mayoría hablaba en inglés, sin embargo, ya que se encontraban aprendiendo portugés, se forzaban a practicarlo. Pero a veces la combinación de idiomas en una misma oración era inevitable. Es común pensar que aprender un idioma es complicado, pero no reparamos que muchas palabras son similares en una u otra lengua. Es sólo cuestión de escuchar, escuchar, escuchar, y poco a poco una palabra tendrá sentido y relación en el idioma de cada uno.


El autobús hizo unos quince minutos hasta la favela Vidigal, ubicada en torno a Dois Irmãos. Una vez allí se debe tomar una combi o una moto, según el nivel de confianza y valentía que se tenga, hasta la entrada del parque. Una parte del grupo, íbamos unas veinte personas, se fue en motos y los demás en la combi. Yo me fui en esta última. Según Davi, excelente guía y persona, el precio del transporte para subir y bajar es de R $3.00, sin embargo, de ida nos cobraron R $5.00 y de regreso R $3.00 (poco más de $40.00 en total). Este fue mi primer encuentro, muy palpable por cierto, con las favelas. Aunque ese día ni siquiera lo percibí. Más adelante dedicaré un relato para contar acerca de este modo de vivir.


Una vez que la combi nos subió y que todo el grupo estuvo completo, comenzamos el ascenso. A pesar de ser un viaje a pie, con una duración aproximada de 40 minutos según el ritmo del grupo, no es complicado hacerlo. Si no se tiene experiencia o condición física adecuada puede que sea más pesado, pero no imposible. Toda persona lo puede realizar. El terreno en tramos es empinado y resbaladizo, pero en general es llevadero. Y es que la vista al llegar a la cima lo vale todo, es impresionante. De un lado se puede ver el mar de Ipanema y Copacabana, el Cristo de Corcovado y la laguna Rodrigo de Freitas, y del otro encontramos a, según Wikipedia, la tercera favela más grande de Brasil, Rocinha. Es un contraste muy interesante que después llegué a observar con más frecuencia. 





Estuvimos unos quince minutos en la cima, contemplando, tomando fotos, haciendo de este instante algo eterno. Después el descenso fue más sencillo, claro, con su grado de dificultad. Cuando bajábamos pudimos observar parte de la fauna típica del país. Los famosos macacos brasileños.


Una vez que llegamos a las faldas de la colina probé la comida callejera de Rio en un puesto bastante improvisado: los salgados de carne, una especie de paste mexicano pero más rectangular y alargado. Al comer un salgado se acostumbra tomar caldo de cana, bebida extraída directamente de la caña de azúcar durante el proceso de molienda. Todo delicioso. (Precio: R $3.00 cada salgado, unos quince pesos mexicanos).
Después regresamos a la escuela en un autobús que nos dejó sobre la playa de Ipanema -fue extraño pero este autobús cobró R $4.00, casi diez reales menos que el de ida; aún no entiendo por qué fue así- y volví a tomar el metro hacia el hostal.



*Tips de viaje: Recomiendo bastante hacer esta actividad, casi como una obligación. Sin embargo, es importante que se haga en grupo o con alguien local y que lo haya hecho antes, ya que para llegar a la entrada se debe atravesar una favela. (El tema de las favelas es delicado, algunos dicen que el conflicto ya está controlado, otros mencionan que sí es peligroso visitar alguna). Por tal motivo sería bueno hacer una búsqueda de quiénes y cómo ofrecen este servicio, y no aventurarse a ir solos.
Una de las cosas que se pueden hacer aquí, y que realmente me hubiese gustado hacer, es ver el amanecer. No sé exactamente su precio, pero recuerdo que costaba unos R $70.00 (poco más de $350.00 pesos mexicanos). Es caro, pero pienso vale la pena. Comparto el grupo Trilha Dois Irmãos como una opción o la misma escuela Casa do Caminho.

Para una mejor experiencia lectora acompañe el texto escuchando Águas de Março, interpretada por Elis Regina. :D

jueves, 3 de septiembre de 2015

Flamengo y Botafogo a pie.

Día tres. Mayo 7.


El miedo continua ahí. Y pienso que tal vez nunca se irá. Hay personas más sociables que otras, yo no lo soy tanto, pero trato de que esto no me genere dificultades. Hoy hubo un pequeño avance, pude compartir algunas palabras con otros huéspedes, pero nada relevante, espero mañana tener mejor actitud.
Revisando mis notas descubrí que este día no escribí mucho. Fui muy conciso y breve. Por tal haré uso de mi memoria para enriquecer mi relato.
Caminé un resto. Mi recorrido inició en el mar. Por fin nos encontramos. Aunque no me impresionó. La primera playa que conocí, puesto que es la más cercana a Lapa, el barrio donde se encuentra el hostal, fue la playa de Flamengo. Es un lugar muy tranquilo, con poca gente. Esta playa está muy cerca al Aeropuerto Santos Dumont, el aeropuerto que actualmente enlaza a otras ciudades dentro de Brasil. Praia do Flamengo (vista en la fotografía de abajo) es una playa utilizada únicamente como lugar de esparcimiento, ya que sus aguas no son propias para el baño. Según Wikipedia, esta playa tiene 1.7 km., los cuales caminé hasta llegar a la playa contigua, Praia do Botafogo. Para llegar a esta playa a pie, se debe recorrer el parque do Flamengo, que cuenta con campos de fútbol y espacios para patinadores y ciclistas, y además presenta una increíble vista al Pão de Açúcar, una de las principales atracciones en Rio. Botafogo es una playa muy pequeña, en forma de media luna, y al parecer tampoco apta para el baño, porque no encontré a mucha gente en ella.



Crucé la avenida dos Naçoes Unidas para llegar al Centro Empresarial Rio, que está frente a la playa. El cruce peatonal me dio un poco de miedo. Se trata de un cruce subterraneo -ahora que lo pienso Rio no tiene puentes peatonales, nunca vi alguno-, para ciclistas y pedestres -peatones en español-. Sin embargo, no sabía si sería peligroso o qué encontraría. Afortunadamente no sucedió nada. (Tengo que abrir un paréntesis en mi relato y decir que Rio sí es una ciudad muy peligrosa, al menos así lo fui descubriendo. Se percibe una vibra extraña. Por ello mi nivel de paranoia y mi estado de alerta estaban en rojo. Trataba de que no se notara y me parece lo logré. Rio es una ciudad bien especial, con mucha oferta cultural y turística, pero desde mi punto de vista puede opacarse por esta situación). El Centro Empresarial sólo vino a reafirmar mi idea de que Rio no es Rio. Sin duda en este lugar no hay playa, pensé al estar ahí. Me senté un rato para descansar. Calculo que caminé unas cuatro horas más o menos hasta llegar a este punto.


Según mi guía amiga, el museo Carmen Miranda, dedicado a esta legendaria actriz y cantante porto-brasileña, estaba cerca de ahí y continuaba abierto, según el horario. Caminé unas cuantas cuadras, pregunté a una señora que me vio perdido, me indicó por dónde ir. Tenía que cruzar la calle. Faltaba poco. Finalmente vi un letrero y llegué. Pero no tuve suerte. Al parecer, porque no entendí mucho de lo que me dijeron los guardias de la entrada, el museo está cerrado por el momento. Y la verdad es que el edificio y el predio se veían descuidados. Quizá se encuentra en remodelación. (Buscando en la red descubrí que lo están reubicando a otra zona de Rio).
Repensé la ruta y decidí dirigirme a un espacio cultural que, aunque no esperaba mucho, me gustó bastante. Oi Futuro (Flamengo), un museo que, si tuviera que comparar, sería el Centro Cultural de España en México (CCEMX). Encontré dentro el Museu das Telecomunicações y una exposición bien buena, Eija-Liisa Ahtila, donde descubrí a esta artista contemporánea finlandesa que en verdad hay que seguir. Me gustaron mucho sus instalaciones audiovisuales, en especial Horizontal, la grabación de un árbol muy alto y el movimiento de sus ramas. Lo interesante es que el árbol está presentado, a través de unos seis proyectores, en una habitación lo bastante grande para verlo en su totalidad; sin embargo, gracias a su dimensión, el árbol se ve de manera horizontal, como si éste estuviera caído. Fue relajante. Estuve bastante tiempo en este lugar.


Después caminé sin rumbo fijo y llegué al Museu da República y a sus grandes jardines. No pude entrar ni a este ni al Museu de Folclore Edison Carneiro, ubicados en el mismo predio, ya que se estaba oscureciendo y aún estaba lejos de casa. Su jardín es impresionante y tiene estas palmeras que me enamoraron. La palmera de la que escribo es la conocida como Palmera Imperial, que alcanza alturas de hasta 40 m. En muchos lugares de Rio, y de Brasil en general, se pueden contemplar.


Finalmente, mi tercer día concluyó en otro de los puntos turísticos más visitados: Escadaria Selarón o la escalera de Santa Tereza, ya que conecta a este barrio, Santa Teresa, con Lapa. La escadaria -escalera en español- tiene una decoración a base de mosaicos hechos por el pintor chileno Jorge Selarón. (Recién me entero, al hacer un poco de investigación sobre este artista, que en 2013 fue encontrado muerto justo en los últimos escalones de esta escalinata, y se presume se suicidó quemándose, ya que se encontró junto a su cuerpo un solvente y un encendedor). Según internet, la escalera cuenta con 215 peldaños (los subí todos y salí bien librado), todos revestidos con piezas de cerámica que contienen dibujos o pensamientos de diferentes contenidos. Necesitaríamos todo un día para observar la obra completa. A la hora que llegué, a eso de las 17:30 hrs. aproximadamente, aún con luz, había mucha gente tomándose fotografías y buscando detalles en los mosaicos, recuerdo que también había vendedores de artesanías. Pero la verdad no recomiendo visitar este lugar más noche, pese a que tiene buena iluminación, y mucho menos si se va solo. No es una zona muy segura.
En general fue un buenísimo día. Rio es sorprendente.



*Tips de viaje: Después de que realicé la caminata entre Flamengo y Botafogo me enteré de que no es un lugar muy seguro y más porque no es muy visitado entre semana. Recomiendo estar muy atento en todo momento. Oi Futuro tiene entrada libre todos los días y vale la pena ir; el edificio tiene una terraza con una vista interesante, que invita a pasar un rato ahí; también hay una cafetería. Como mencioné no pude visitar el Museu da República, ni el Museu de Folclore, pero creo que recorrer sus jardines debería ser un punto obligado. La Escadaria Selarón es imperdible y además es gratis, podría decir que este lugar tiene toda la vibra carioca que Rio puede brindar.

Para una mejor experiencia lectora acompañe el texto escuchando O Sapo, interpretada por João Gilberto. :D